Estamos en 1824, y hace ya ocho años que Beethoven ha hecho su última aparición pública en un concierto con obras suyas. Se ha ido distanciando de la sociedad vienesa, porque tiene que ocuparse de la educación de su sobrino Karl. Además, se ha centrado en la composición de obras para piano, algunas de las que doscientos años más tarde consideramos de gran valor, aunque sean el resultado de un trabajo esporádico. Entre estas obras encontramos la Sonata ‘Hammerklavier’, las tres últimas Sonatas, o las Variaciones ‘Diabelli’. Sin embargo, desde 1822 Beethoven ha vuelto a la composición orquestal con dos grandes proyectos: la monumental Missa Solemnis, y la Novena Sinfonía.
Una composición audaz que Beethoven ideó en su juventud
La Novena Sinfonía había sido encargada por la Sociedad Filarmónica de Londres en 1817, pero Beethoven decidió posponer su composición. Desde un primer momento tuvo en mente la idea de que esta Sinfonía incluiría un coro cantando la ‘Oda a la Alegría’ de Schiller, una idea a la que venía dándole vueltas desde 1792, cuando tenía tan sólo 21 años. Y si no la había llevado a cabo era porque no sabía si el público aceptaría una Sinfonía con una parte para coro. De hecho, la melodía principal de la ‘Oda a la Alegría’ figura en manuscritos de antes de 1795, y una versión muy parecida aparece en la Fantasía Coral, escrita en 1808.
Al final, la composición de esa deseada obra se prolongó dos años debido a la sordera ya total del compositor. Existe la creencia (o “mito”) de que Beethoven fue sordo total desde los 27 años, pero eso no es del todo cierto. Lo cierto es que sufrió a esa edad una enfermedad que le provocó la sordera, pero también se sabe que su sordera fue progresiva: hasta 1818 podía mantener conversaciones con amigos, siempre y cuando el ambiente fuese calmado y le hablaran fuerte. El excesivo ruido de los salones vieneses y de las tabernas provocaban que a Beethoven le zumbaran los oídos sin parar, una auténtica tortura que explica el por qué se convirtió en un personaje huraño a ojos de la sociedad vienesa. Su escapatoria eran largas estancias en lugares calmados de la campiña austríaca, y esa evasión le permitía descansar sus oídos, además de ser fuente de inspiración (como en el caso de su Sinfonía nº 6, ‘Pastoral’).
Un estreno triunfal
En los años en los cuales Beethoven estuvo “inactivo” (1816-1821), los gustos musicales del público vienés cambiaron y se ‘italianizaron’, en gran parte por el tremendo éxito de las óperas de Rossini (como La Cenerentola de la que hablamos en el episodio anterior). Es por ello por lo que, en cuanto termina su Sinfonía, Beethoven quiere que se estrene en Berlín y no en Viena (de hecho, la Sinfonía está dedicada al Rey de Prusia, Federico Guillermo III). Al enterarse de estas intenciones, sus amigos íntimos y varios nobles destacados (que además eran patronos suyos) le suplican para que el estreno sea en Viena. Finalmente, Beethoven accede a que el estreno sea en la capital austríaca.
Así que el estreno se produjo en el Kärntnertor-Theater, el 7 de mayo de 1824. La orquesta empleada para la reaparición pública de Beethoven fue la más grande de la época: una combinación de la orquesta del Kärntnertor-Theater y la Asociación de Músicos de Viena, además de algunos músicos freelances muy competentes. El programa del concierto fue dividido en dos partes: el estreno de la obertura ‘La Consagración de la Casa’, y tres números de la Missa Solemnis (que había sido estrenada tan sólo un mes antes) en la primera parte. En la segunda parte: la Novena Sinfonía, con Beethoven “dirigiendo” la orquesta. Sin embargo, hay que aclarar que cuando decimos “dirigiendo”, esto no se atiene a la concepción que tenemos de un director de orquesta hoy en día. Podemos imaginarlo así…
Es el día del estreno, y Beethoven está en el escenario, pero está sentado en una silla al lado de la orquesta, siguiendo la partitura e indicando los tempi de los movimientos, y sólo de vez en cuando se levanta para “dirigir” a la orquesta. La verdadera dirección está a cargo del concertino Michael Umlauf, y cuando la Sinfonía termina, Beethoven sigue varios compases por detrás. Tal es su desfase que es la soprano solista Caroline Unger la que se encarga de hacerle ver a Beethoven que la función había terminado, pidiéndole que se dé la vuelta para ver cómo el público le aplaude con ferviente admiración.
Este concierto puede considerarse el más importante del siglo XIX, ya que el éxito de esta Sinfonía supuso entrar de lleno en una nueva era de la música: el Romanticismo.
Una obra difícil para el Coro
Beethoven siempre justificó el no escribir más música vocal por el hecho de que, en sus propias palabras, “no sé escribir para cantantes”. De hecho, sólo compuso una ópera (Fidelio), dos Misas, un oratorio (Cristo en el Monte de los Olivos), la Fantasía Coral y la Novena Sinfonía como grandes obras para voz/coro. Lo cual, comparado a las 32 Sonatas para Piano, sus Conciertos, y las múltiples obras de música de Cámara (Sonatas para Violín, Cuartetos para Cuerda, Tríos de Piano…), pues la verdad es que el bagaje puede parecer “pobre”.
Si nos adentramos más en la partitura, y nos ponemos a analizarla, resulta sorprendente ver que la afirmación de Beethoven es altamente atinada, ya que existen múltiples pasajes en los cuales las tesituras de los cantantes solistas y el coro son especialmente exigentes. De hecho, el propio Verdi afirmaba lo siguiente:
El alfa y el omega de Beethoven es la Novena Sinfonía: maravillosa en los tres primeros movimientos, pero muy mal escrita la parte coral en el último. Nadie se acercará nunca a la sublimidad del primer movimiento, pero sería una tarea bastante fácil escribir tan mal para las voces como en el último movimiento. Y apoyados en la autoridad de Beethoven, todos gritarían: ‘Pero es que así lo ha hecho el Gran Maestro...’
Sea como fuere, el hecho no deja de ser que la Novena Sinfonía supuso un antes y un después en la música sinfónica, ya que la inclusión de una parte coral llevó a compositores de la siguiente generación como Berlioz, Mendelssohn, o Liszt a escribir partes corales en sus Sinfonías. De hecho, esta práctica se generalizó en todo el siglo XX. Mahler, Scriabin, Stravinsky, Shostakovich, Britten, o Bernstein son algunos de los compositores más importantes en escribir Sinfonías con coro.
Manuel Gimferrer, pianista y director
En Madrid, este 25 de febrero
Una oportunidad fantástica para escuchar La Novena de Beethoven en directo
Si estás en Madrid el próximo día 25 de febrero, tienes la oportunidad de asistir a la interpretación de la Novena Sinfonía de Beethoven, en un concierto de la Orquesta y Coro Filarmonía, bajo la dirección del Maestro Pascual Osa, en el Auditorio Nacional. Además, en este concierto se interpretará el Concierto para Violín de Tchaïkovsky, con la violinista Rolanda Ginkute, una obra también genial y altamente virtuosística. Os animamos a asistir a este concierto estupendo.
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La Novena de Beethoven cumple 200 años